¿A quién representa en verdad Dina Baluarte?

Nuestra articulista Olinda Valdez hace una descripción exacta de lo que en verdad representa Dina Boluarte: la antítesis de la reivindicación de la mujer en el Perú.

Por Olinda Valdez  

Arquitecta, poeta y activista feminista

Las mujeres que hemos sido marginadas y marcadas por este sistema racista y desigual, recibimos un 8 de marzo con dolor por todo lo que acontece en el país. Esto porque existe una política de Estado clara, que se viene cumpliendo a nivel nacional, cada vez que nace una protesta, y es la política de matar, con condiciones completamente desproporcionales, la manera de cómo disparan su democracia, atravesando el alma de cada ciudadano. Cuanto dolor debe haber en cada madre, abuela, hermana que han tenido que perder a un familiar en medio este gobierno cívico-militar que lleva a preguntarse: ¿a quién representa en verdad Dina Baluarte?

Dina es la primera mujer dictadora en ocupar el cargo de presidente del Perú, tuvo las primeras felicitaciones al ocupar el cargo de presidenta mujer por parte de algunas oenegés que promueven la paridad y al mismo tiempo comenzaron las protestas en diferentes partes del país, ante lo cual sólo atinó a reproducir lo que ya venían haciendo otros gobiernos, como el de García, Humala, y Fujimori, es decir reprimir hasta que no queden voces que sigan reclamando. Frente a ese panorama, ha intentado esconder el rechazo evidente de la gran parte de la población. Lo más notorio en sus días de desgobierno fue la matanza, y es que salir a protestar en el Perú se ha convertido en una especie de acto de inmolación, sin saber si vas a regresar o serás parte de los números de los asesinados a manos de las “fuerzas del orden”.

La señora Dina ha intentado ocultar lo que venía siendo evidente: había vendido su alma de la manera más baja, traicionando a quienes votaron con la esperanza de ver cambios. Una evidencia de esto es el pronunciamiento del grupo Integración (nuevo partido de la Derecha en el Perú), presidido por Lazarte, quien respaldaba a Dina Boluarte, así como los audios, que salieron a la luz, de la congresista Maricarmen Alva, donde hablaba de la vacancia a Castillo, pero aclara que a Dina no la iban a tocar, así como la investigación que fue archivada por el Congreso. Todo esto ya era muestra de lo que se veía venir. 

Dina solo ha utilizado el discurso que reivindica a las mujeres relegadas históricamente como instrumento de defensa. Se intentaba engañar a sí misma que no la quieren porque son machistas y la verdad es que nadie la quiere por desleal y por dar el Estado de Emergencia que daba carta blanca a la Policía y Fuerzas Armadas para matar. Ella encarna la traición a los pueblos, a las mujeres indígenas, y toda persona que reclama justicia.

No tiene legitimidad este gobierno y lo único que tiene es más de 70 muertos.  Dina Boluarte ha ejercido el poder desde la supremacía de aplastar al otro a través del uso de la violencia, eso es encarnar el patriarcado. Dina es como el enamorado que primero te golpea, y luego pide perdón; Dina primero envía a las Fuerzas Armadas (que matan) y luego pide diálogo, termina por concretar el pacto de sometimiento a los pueblos, el generar miedo, por eso saca los tanques a las calles, toma plazas representativas, como es la Plaza San Martín, toma los símbolos de la libertad, y termina por intentar sostener su pseudodemocracia a través de las fuerzas del orden que hacen alharaca para mostrar el poder que tienen, para revelar contra qué poderes se está chocando.

Al mismo tiempo da luz de la debilidad más grande con la que carga, no tiene respaldo popular, por lo que solo le queda acudir a lo más bajo y miserable que hay: la fuerza. Dina oprime a otras mujeres y varones que luchan, ejerce la violencia sin ningún titubeo, por lo que no puede haber sororidad con alguien que solo utiliza el “ser mujer” para encarnar un proyecto político de Derecha que mata, lejos de la legitimidad de las mujeres de los sectores populares, quechuahablantes, aymaras, originarios, que hoy velan y lloran a sus muertos.

Encima de todo esto, utiliza la violencia racista para señalar las características físicas de los posibles “terrucos”, que termina siendo la pigmentación de piel de una persona andina, marrón, banalizando la herida más grande que tenemos aún en el país como fue la época del conflicto armado interno en los ochenta y los noventa.

No se olvida que desde el inicio este régimen ha sido apañado por los medios de comunicación tradicionales, ocultando las voces de los protestantes y tildándolos de la peor manera. 

About Author