Por Octavio Ayay Ávalos
El pulso de Victoria se acelera en un abrir y cerrar de ojos. La angustia la invade de pies a cabeza. Las horas, minutos y segundos para ella ahora valen oro. La vida de su esposo Jessy García López depende, precisamente, de este metal codiciado, el cual no tiene a su alcance. Tres millones de dólares es lo que los secuestradores le han exigido a su familia para devolver al padre de sus dos hijos con vida, una cifra inalcanzable que nunca han visto sus ojos. Este horripilante suceso se convierte en el quinto ocurrido en La Libertad en este año, lo cual genera muchísima preocupación en los trujillanos, quienes cada día reclaman por una urgente mejora en materia de seguridad ciudadana.
“Se han equivocado de personas, nosotros no tenemos esa cantidad de dinero. ¿De dónde vamos a sacar todo ese dinero?”, remarca al borde del colapso y entre lágrimas. Y es que los secuestradores ya le han lanzado una terrible advertencia. “Si es que no nos entregas ese dinero, le vamos a cortar los dedos”. Con la voz entrecortada y la mirada perdida, Victoria relató cómo su mundo se derrumbó aquel martes por la tarde cuando recibió un mensaje que confirmaba que su esposo estaba secuestrado. «Siento una impotencia muy grande al no saber nada de él», confesó, en una entrevista ofrecida SolTv, mientras sus manos temblaban visiblemente.
La angustia se palpa en cada una de sus palabras mientras describe la pesadilla que vive su familia. «No sabemos si está bien, si está vivo», dice, con los ojos llenos de lágrimas. Victoria implora clemencia a los captores, asegurando que son una familia humilde, dedicada al campo, lejos de la imagen de riqueza que se ha propagado en algunos medios.
Su frustración se extiende a las autoridades. Con indignación mal disimulada, Victoria denuncia la aparente inacción policial, citando la falta de recursos básicos como vehículos para la investigación. «No entiendo qué está haciendo el Ministerio del Interior. Los policías me han dicho que no tienen movilidad», exclama, en un grito silencioso por ayuda.
En un último y desesperado intento, Victoria se dirige directamente a los secuestradores: «Les pido que tengan un poco de solidaridad conmigo. Pónganse la mano al corazón, imagino que alguno de ustedes también tiene hijos como yo».