Por Santiago Salazar
Los recursos visuales se independizan de la academia de las bellas artes y emerge de su recóndita formación personal aspectos plásticos que le permite abordar la pintura con solvencia artística. Los temas son elegidos desde una observación donde los elementos pormenorizados tienen su propia definición corpórea.
Desde paisajes pletóricos hasta el reconocimiento territorial de su lugar de origen resuelve con eficacia una atmósfera libre, la limpieza de los cielos se restringe en gamas de azul cobalto sin lastimar el prístino espacio, es decir, otras tonalidades grises quedan subordinadas en la paleta del pintor.




Reduce los tonos verdes en secuencias y ausencias de complementarios, su mirada es práctica y define la realidad pictórica frente al paisaje definitivamente suyo. Las estructuras urbanas, en especial la de su tierra, se constituyen en fortificaciones subjetivas, enaltece la arquitectura de su pueblo y la eleva en un portento edénico. Recupera a partir de la memoria visual, formas que están almacenadas en el recuerdo lúdico.
Puntualiza severo, no tiene contemplación en la ficción y se acerca más a la captura frontal de los objetos, su pintura es de evidencia formalista donde el individuo y la naturaleza están comprometidos. Sin embargo, insiste en la verdad de lo observable, una realidad que integra su filiación a las formas adquiridas desde su desempeño en la ebanistería y la sonoridad musical de las cuerdas, dos aspectos que fortalecerán su aprecio por las artes. Definitivamente su pintura enfrasca la cercanía a lo visible y el entendimiento eterno de los espectadores.
Cuando aborda personajes, trata de acercarse con sumo cuidado detallando los atuendos y la morfología que le corresponde, es fiel al reconocimiento de imágenes y plasma con entereza facciones de tipologías étnicas y urbanas, apunta una distancia entre el mundo rural y la absorbente cotidianidad de la ciudad, esta enmarcación carnal de sus habitantes precisa los cánones fisiológicos, siendo nuevamente formal con el objetivo pintado.
En cuanto a las naturalezas muertas o bodegones, apreciamos una capacidad plástica mucho mayor que los temas anteriores, mantiene una coordinación estética entre los elementos de composición y la resolución del espacio en reposo, se ajusta a criterios figurativos y se vincula con prudencia entre los objetos seleccionados. La distinción entre materiales y calidades de telas, vidrios, cestos y cerámicos son rotundos. En el tránsito de su obra ha entendido que la pintura requiere del gesto técnico y cierto guiño ajeno.
Construye un trabajo pleno y elabora con insistencia composiciones forzadas entre el equilibrio y fijaciones detenidas en la mirada, va procesando de modo conjunto la forma exacta y el fondo aislado, tiene la capacidad de distinguir el inicio de una pintura y la conclusión del tema elegido, no titubea, precisa y se enfrenta a lo visible sin inventar ni agregar situaciones ajenas. La idea general de su pintura enfrasca el fervor de la naturaleza y sus ocupantes en cordialidad compositiva, sin dejar de lado otras maneras de abordar una pintura fresca, notoria y complaciente.