Mujer es acusada de planear secuestro de su propia hija

Una llamada de auxilio, un padre desesperado, una ciudad en alerta. El lunes 7 de abril, a las 6:46 de la tarde, V.J.P.Ch. acudió a la comisaría de Pacasmayo con una denuncia que encendió las alarmas: su hija de 14 años, D.S.P.O. había sido secuestrada. Horas antes, la menor había salido de casa rumbo a visitar a un familiar. Desde entonces, no había vuelto a dar señales de vida. Hasta que llegó ese estremecedor mensaje de voz.

“Ma, por favor, colabora con mi papá. No quiero que me hagan daño, por favor”, decía la voz temblorosa de la adolescente en un audio enviado por WhatsApp. Inmediatamente después, un número desconocido —el 962281113— envió el mensaje más temido: si querían volver a verla con vida, debían pagar 20 mil soles. Era el inicio de una pesadilla.

Mientras la Policía activaba sus protocolos de rescate, agentes del Área de Investigación de Extorsiones de la Divincri Trujillo comenzaban a seguir el caso con sigilo. A diferencia de otros secuestros que habían enfrentado en el pasado, algo en este parecía no encajar. La negociación se daba con fluidez. El tono de los extorsionadores no era el habitual. Y había algo más: la presencia constante y sospechosamente involucrada de la madre de la menor, Paola Oballe Llocya, conocida como “Tía Paola”.

El martes, el supuesto rescate comenzó a tomar forma. Se acordó el pago de 7 mil soles, como adelanto. El lugar pactado: una conocida farmacia ubicada frente al óvalo Grau, en Trujillo. El dinero fue entregado por el padre de la menor, que había llegado acompañado, sin levantar sospechas, por la propia “Tía Paola”.

Cámaras de seguridad captaron los movimientos: la mujer dejó el sobre con el dinero, caminó con calma y se reencontró con su exesposo. Poco después, ambos se dirigieron a la vía de Evitamiento. Allí, milagrosamente, apareció la menor, supuestamente liberada. Todo parecía terminar con final feliz. O al menos eso pretendían hacer creer.

Pero la Policía ya había tomado nota. Los seguimientos realizados, los testimonios recogidos y la actitud de los involucrados activaron todas las alertas. El caso no cerraba.

Horas después, en un restaurante ubicado en la calle Inca Paulo, personal de la Divincri intervino a la “Tía Paola”. El pretexto: tomarle su testimonio para facilitar la identificación de los supuestos secuestradores. Sin embargo, durante el interrogatorio, las contradicciones brotaron como agua de una represa rota. Y finalmente, la confesión se hizo inevitable.

“Fuimos nosotros. Todo fue planeado. Queríamos sacar dinero”, habría dicho Paola, según el acta policial.

El “nosotros” tenía nombre y rostro: Franklin Jhahir Rodríguez Castillo, alias “Pelucas”, pareja sentimental de la mujer. Fue capturado pocas horas después. En su celular, los agentes hallaron pruebas contundentes: fotos de la menor con las manos supuestamente atadas y otras donde aparecía abrazada junto a él, riendo. La historia del secuestro se desmoronaba.

Según la Policía, ambos detenidos formarían parte de la organización criminal conocida como “Los Injertos del Valle”, vinculada a otros actos extorsivos en la región. La modalidad, en este caso, fue tan inusual como perversa: simularon el rapto de una menor —su propia hija— para estafar al padre, jugando con el miedo, el dolor y la angustia.

El caso ha generado un profundo repudio en la comunidad. Para los investigadores, más allá del engaño, lo que se configura es un delito agravado de extorsión, cometido en perjuicio no solo de un padre, sino del bienestar emocional de una menor manipulada por sus propios familiares.

Ahora, Paola Oballe y Franklin Rodríguez enfrentan cargos por extorsión agravada y asociación ilícita para delinquir. El Ministerio Público ha solicitado prisión preventiva mientras se desarrolla la investigación. La menor, por su parte, se encuentra bajo atención psicológica y protección de la Unidad de Víctimas y Testigos.

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Causa Justa

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