Por Alfredo Alegría Alegría (crítico de arte)
Vivimos días marcados por la desilusión, la angustia, la hipocresía. Días sombríos, en que sentimos la mentira, la traición; días sin alma; días de catástrofe. Vivimos la vergüenza del fracaso de un sistema que es una mala comedia y un carnaval trágico, fantoches y máscaras. Sin embargo, no podemos voltear el rostro, no debemos evadirnos.
¿Podremos seguir alimentado la esperanza? No nos queda otra opción, pese al trágico contexto que nos circunda. ¿Y nuestros artistas plásticos? ¿Se adelantaron para anunciar estos días de catástrofe o se engolosinaron en una ilusión de modernidades falsas, estéticas ambiguas y rupturas inexistentes? Este hecho se observa en muchas obras presentadas en la llamada Bienal de Trujillo, que no es la “cuarta bienal”. En 1983, 1985 y 1987 se dieron las legendarias Bienales de Arte Contemporáneo de Trujillo, organizadas por el Patronato Festival de las Artes. Esta sería una primera bienal para nuestro tiempo.
En la Casa de la Identidad, muchos artistas repiten formas en modernidades dejavu ¡Hasta podemos encontrar un intento de expresionismo abstracto de los 50! También, ¿ilustraciones infantiles? Vemos un absurdo homenaje al maestro Azabache. Hay que rebuscar los intentos de acusación al sistema. Por supuesto que se exponen trabajos trascendentes, pero limitados. Esto, aparte, de la carencia de una curaduría consistente.
Artistas trujillanos, cuya calidad no se discute, se repiten o tratan de hacerlo, solo refiriéndome a lo expuesto en la Casa de la Identidad. La depurada técnica de Carlos León ¿expresa nuestra realidad? ¿Y las poéticas y puras imágenes con que se inició este gran artista, como soñando en una esperanza? Joselito Sabogal se deleita en su mundo fantástico y bello. Manuel Miranda Parreño, presenta sus fantasías alucinantes, ya vistas. Realmente esperábamos de ellos una renovación y una acusación, como peruanos.
Hay obras interesantes: el arequipeño Hernán Sosa muestra, en gran formato, un rostro en azules con toques de Magritte. Otro arequipeño, David Villalba, presenta una figura humana que se desvanece y un solitario retrato familiar. Alfredo Alcalde, entrega su característico expresionismo violento, que debe a Humareda. Por el contrario, Diego Alcalde opta por el simbolismo, así como también lo hace David Roldán, en seres etéreos.
La ecuatoriana Ximena Moreno expone un interesante panel con rostros solitarios: fotografía intervenida sobre acrílico en blanco y negro. También de Ecuador, la impresionante instalación de Gabriela Loayza “¿Por qué estás?” que mereció un espacio mayor: Fotografías impresas sobre plástico. Recorremos al lado de las telas y vemos manos y seres que imploran. Carlos Ashton, de Ecuador, nos regala paisajes -trabajados en manchas- que son, a la vez, hermosos y trágicos. Irene Cazar procura una pureza técnica.
Desde Chile, Iván Zambrano Downing entrega un preciso trabajo conceptual: plomadas que cuelgan de hilos contra la pared con textos sobre actitudes humanas. Y el simbolismo de Danilo Espinoza, insectos en gris: humo sobre papel. La argentina Mariela Leal lanza una clara acusación en “La plebe, los progres y la crema y nata”: Todos somos un rebaño anónimo de corderos. Un interesante trabajo en fotografía digital por el brasileño Demetrio Jerisatti: espacios solos, vacíos…
¿Y los otros lugares donde se expondrán obras en este evento? Esperemos que en ellos se nos entregue pautas realmente nuevas, como algunos artistas han hecho en la Casa de la Identidad. Sobre todo, en días como los que estamos sufriendo, días en que tan necesitados estamos de un arte que, realmente, llegue a una identificación con el pueblo.
Cuadro de Alfredo Alcalde -Casa de la Identidad, Trujillo- 2024