En una operación ejecutada con precisión quirúrgica, cinco internos considerados de alta peligrosidad —vinculados a las temidas bandas criminales “Los Pulpos” y “Los Compadres”— fueron trasladados desde el penal de Lurigancho hacia el centro penitenciario de máxima seguridad de Challapalca, ubicado en la inhóspita región de Tacna, a más de 4,600 metros sobre el nivel del mar.
Este movimiento no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia más amplia dispuesta por el Ejecutivo, en el marco de la declaratoria de emergencia del sistema penitenciario nacional, que busca desarticular las estructuras de poder que los cabecillas criminales aún manejan desde el interior de las cárceles. La medida fue coordinada entre el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), la Policía Nacional del Perú (PNP) y el Gobierno Regional de La Libertad.





La decisión de trasladar a estos peligrosos reclusos al penal de Challapalca no fue fortuita. Se trata de uno de los establecimientos penitenciarios más temidos del país, tanto por su geografía extrema como por su estricta política de aislamiento. Para las autoridades, alejar a estos internos de sus zonas de operación es una de las formas más efectivas de desarticular las redes de extorsión, tráfico de drogas, sicariato y cobros ilegales que dirigen desde prisión.
Según fuentes policiales y fiscales, entre los trasladados se encuentran nombres claves que habían sido identificados como coordinadores de actividades delictivas en Trujillo y otras provincias de La Libertad, entre ellos la planificación de otro atentado contra una autoridad e institución pública,
Desde sus celdas en Lurigancho, se comunicaban con sus “soldados” a través de celulares ilegales, coordinando atentados, amenazas y cobros extorsivos a comerciantes, transportistas y hasta instituciones educativas, así como el atentado similar a lo que ocurrió con el Ministerio Público.