En la esquina donde los jirones San Martín y Orbegoso se cruzan, en pleno corazón del Centro Histórico de Trujillo, resiste —a duras penas— una vieja casona republicana. Sus muros carcomidos por la humedad y sus balcones agrietados por el tiempo apenas logran sostener su historia. Entre sus escombros latentes y techos vencidos, sobrevive un espacio sagrado para la literatura universal: la habitación número 7, donde alguna vez vivió César Vallejo Mendoza.
Vallejo habitó este lugar entre 1913 y 1917. Fue en este cuarto de ventanas al jirón San Martín donde sus sueños juveniles encontraron papel, pluma y desvelo. Un espacio que, hoy, clama por memoria, atención ante tanto olvido.

Corría 1913 cuando César Vallejo, un joven de 21 años, llegó a Trujillo para continuar sus estudios en la Universidad Nacional de Trujillo. Con pocas monedas y muchos anhelos en los bolsillos, encontró alojamiento en el Hotel El Arco, una casona de fachada republicana que acogía a estudiantes, viajantes y comerciantes.
Allí, en la habitación número 7, con su única ventana mirando a la bulliciosa San Martín, Vallejo escribió los poemas que enviaría a revistas como Cultura Infantil, La Reforma y La Industria.
Según los registros orales recogidos por generaciones de trujillanos, en ese cuarto austero —apenas una cama, un escritorio raído y una silla coja— César Vallejo encontró su refugio, su laboratorio creativo, y también, probablemente, su primer amor profundo: María Rosa Sandoval.
Hoy, caminar por la casona ex Hotel El Arco es un acto de fe y tristeza. El segundo piso, donde se encuentra la histórica habitación, amenaza con desplomarse en cualquier momento. El techo muestra heridas abiertas; las paredes, venas de humedad; y el piso de madera, un lamento con cada paso.
El abandono no es reciente. Desde hace décadas, la falta de mantenimiento y la indiferencia de las autoridades culturales y municipales han condenado este inmueble a un deterioro progresivo. Ayer, la casona, donde funciona el conocido restaurante “El Rincón de Vallejo”, fue cerrado por la Municipalidad Provincial de Trujillo.
La intervención municipal reveló una situación sumamente peligrosa: el balcón y el segundo nivel del establecimiento eran sostenidos de manera improvisada por troncos de madera colocados directamente sobre la vía pública.
La inspección estuvo a cargo de la Subgerencia de Operaciones de Fiscalización de la Municipalidad Provincial de Trujillo (MPT), que, tras una minuciosa evaluación, constató que las estructuras de madera se encontraban apolilladas y con daños severos, comprometiendo gravemente la integridad de la construcción. La escena era preocupante: las vigas originales colapsadas y reemplazadas por palos improvisados, dejando expuestos a serios riesgos tanto a los comensales como a los transeúntes.
La ironía duele: mientras Trujillo levanta monumentos y organiza homenajes a César Vallejo en plazas y avenidas, el sitio donde germinó su voz poética languidece en ruinas.
Salvar la casona ex Hotel El Arco no es un acto de nostalgia. Es un deber cultural. En un país donde la identidad y la memoria a menudo parecen erosionarse con el viento, preservar espacios como este es afirmar que el arte, la palabra y la historia siguen teniendo un lugar. Si Trujillo —y el Perú— desean honrar verdaderamente a su poeta universal, deberán escuchar el llamado silencioso que emana de las grietas de esta casona moribunda. No basta con citar a Vallejo. Hay que salvar el lugar donde comenzó a ser quien fue.