El espíritu patriótico se desbordó hoy por los pasillos y patios del colegio Marista Siglo XXI, donde una festiva y colorida celebración por Fiestas Patrias. El entusiasmo de estudiantes, maestros y padres de familia se pudo sentir en el ambiente, todos unidos para conmemorar con alegría y fervor el aniversario de la Independencia del Perú.
Desde tempranas horas de la mañana, el colegio cobró vida con un emocionante pasacalle que recorría sus alrededores, congregando a la comunidad educativa y contagiando de júbilo a quienes observaban. Los estudiantes maristas, con el corazón henchido de orgullo, lucía trajes típicos representativos de sus respectivas regiones, un caleidoscopio de colores y tradiciones que rendían homenaje a la diversidad cultural del país.
En cada paso del desfile, se manifestaba el talento y la pasión de los jóvenes por la cultura peruana. Con cada gesto y movimiento, transmitían la historia y las tradiciones de sus ancestros, dejando una huella imborrable en quienes presenciaban el desfile. La unidad y el patriotismo se respiraban en el aire, y la emoción se reflejaba en los rostros de todos los presentes.
Pero la celebración no se detenía ahí, pues una vez concluido el pasacalle, la jornada continuó con la presentación de danzas típicas de cada región. La marinera de la costa, con sus movimientos elegantes y sensuales, evocaba el amor y el romance de los marineros que surcaban los mares. El carnaval de la sierra, con sus coloridos trajes y alegres melodías, contagiaba la alegría y la fiesta de los pueblos andinos. Y el baile de la anaconda, propio de la amazonía, mostró la conexión profunda con la naturaleza y los misterios de la selva.
Cada presentación fue un homenaje a la riqueza cultural ya las raíces ancestrales del país, recordando a todos que el Perú es una nación diversa y llena de tradiciones.
Pero la verdadera delicia se dio con la feria gastronómica esperaba para sorprender a los paladares de los asistentes. Los sabores y aromas de la comida típica de cada región llenaban el aire, despertando los sentidos y abriendo el apetito. Desde la costa, se servían ceviches frescos que reflejaban la frescura del océano y el sabor del mar. Los platos de la sierra, como el cuy chactado y los chicharrones, deleitaban con su exquisito sabor y su arraigo en las costumbres andinas. Y en un rincón especial, los platos amazónicos, como el juane y el tacacho, transportaban a todos a la mágica selva peruana.
La feria gastronómica era un verdadero banquete para los sentidos, una muestra del legado culinario que ha sido transmitido de generación en generación. Cada bocado era un homenaje a la tierra y sus productos, ya la habilidad y pasión de quienes los preparaban.