La reciente aparición de cuatro cuerpos acribillados en un socavón de una mina en Chagual, en la provincia de Pataz, ha vuelto a poner en la mira una realidad oscura que se vive en el subsuelo de la sierra de La Libertad.
La fiebre del oro, impulsada por organizaciones criminales que operan en las sombras, ha convertido esta zona en un campo de batalla donde el valor de una vida parece no tener peso frente al codiciado metal.
La minería ilegal y la violencia en esta región no son fenómenos nuevos, pero las recientes revelaciones ponen en evidencia la brutalidad y el alcance de las mafias mineras. Hace apenas dos semanas, la Policía encontró una fosa común en una de las llamadas «chimeneas» de las minas ilegales, donde yacían los cuerpos de 16 personas. Estas víctimas, conocidos como “parqueros” – trabajadores clandestinos que entran a los socavones para extraer minerales – fueron presuntamente torturadas y asesinadas antes de ser arrojadas a la oscuridad eterna de estas “chimeneas”.
Para entender quiénes son los responsables de estos horrendos asesinatos, Causa Justa contactó a una fuente anónima dentro del mundo de la minería ilegal. Este testimonio expone una compleja red de vigilancia y corrupción controlada por un grupo conocido como «Los buitres». Según la fuente, estos hombres armados actúan como una fuerza paralela, con funciones similares a los vigilantes de las minas legales, pero con un accionar extremadamente violento y despiadado.
«Los buitres», conocidos también como «los waylas» por algunos, trabajan bajo las órdenes de «los patrimoniales», jefes que supervisan sus actividades y administran las operaciones en los socavones.
Este grupo, compuesto por exmilitares y antiguos miembros de bandas delictivas, se encargaba de proteger las minas formales y de mantener fuera a los mineros ilegales en Pataz. Pero, según el informante, este compromiso es frágil y fácilmente quebrantable por el dinero.
“Nos dejaban entrar al socavón si pagábamos”, afirma la fuente. “Solo teníamos que hablar con los patrimoniales y ofrecerles una suma de entre 10 y 20 mil soles. Así, nos dejaban ingresar a las minas para extraer el mineral ilegalmente. Era una especie de tarifa por el acceso, y a cambio, los buitres simulaban cumplir su trabajo disparando al aire por las noches, porque ellos eran contratados por mineros legales y minas legales”, cuenta.
Lo que realmente aterroriza a quienes conocen estos lugares es la existencia de las «chimeneas». Estos pozos, originalmente creados para ventilar los socavones y evitar acumulaciones peligrosas de gases, se han convertido en cementerios clandestinos para aquellos mineros ilegales que se atreven a cruzar la línea o no cumplen con los pagos. Según el informante, «parquero» que cae en manos de Los Buitres, «parquero» que desaparece.
«Muchas personas han terminado en las chimeneas. Son lugares perfectos para deshacerse de los cuerpos, porque nadie se atreve a buscar allí», explica la fuente. La imagen que describe es estremecedora: cadáveres amontonados en fosas profundas, dejados para descomponerse en la oscuridad y el olvido.
Esta misma fuente ha pedido una revisión exhaustiva de los socavones y las chimeneas, afirmando que existen muchas más fosas comunes aún por descubrir. “No son solo los 16 cuerpos que se encontraron hace unas semanas; hay muchas más víctimas allí abajo. Si buscan, encontrarán más desaparecidos”, asegura.
El hecho de que estos grupos operen con tal impunidad y brutalidad sugiere la existencia de una red de protección y corrupción que los respalda. “La mayoría de los testigos tiene miedo de hablar, temen represalias, y los propios vigilantes están en constante amenaza”, declaró el informante.