¡El alcalde Mario Reyna lo logró!, ¡se acabó el desorden en la ciudad! Fueron las frases auspiciosas, entusiastas y grandilocuentes que se colocó en la fanpage de la Municipalidad Provincial de Trujillo – Mario Reyna – Alcalde para dar a conocer que en sesión de Concejo Municipal se aprobó la ordenanza para que todos los locales nocturnos de Trujillo de lunes a domingo cierren sus puertas y la venta de bebidas alcohólicas a la 1:00 a. m. con el objetivo, que a través de esta medida, se busque recuperar la tranquilidad de los vecinos y poner fin al caos nocturno.
Desde la gestión de Reyna, a través de todos los medios, no se dudó en personalizar la ordenanza, denominándola «Ordenanza Reyna», como un sello distintivo de su administración edil. Según la narrativa oficial, esta medida representaría un esfuerzo innovador para recuperar la tranquilidad de los vecinos y poner fin al caos nocturno que ha afectado a varias zonas de la ciudad.
¿Pero qué tan genuina y original es la propuesta de Reyna como para que le haya puesto un nombre propio? ¿Es acaso Reyna el descubridor de la pólvora, el inventor de esta medida?, ¿es realmente esta una medida innovadora y exclusiva de su administración?
NO ES SU GLORIA
Nada de ello. La “Ordenanza Reyna” ha quedado expuesta como un simple reciclaje de políticas previas. En efecto, lo que el alcalde Mario Reyna y su equipo presentan como una solución inédita y audaz no es otra cosa que una reimplementación de la Ordenanza Municipal N.° 024-2014-MPT, promulgada durante la gestión de Gloria Montenegro Figueroa, y conocida popularmente como la Ordenanza Zanahoria.
Esta norma, aprobada en agosto de 2014, ya contemplaba restricciones similares a las que ahora se presentan como «novedosas». Entre sus disposiciones más destacadas se encuentran el límite de horario para la venta de bebidas alcohólicas hasta la 1:00 a. m., así como multas y sanciones severas a los establecimientos que incumplieran estas restricciones. Además, establecía medidas específicas como la colocación obligatoria de carteles que alerten sobre los peligros de consumir alcohol y conducir, la prohibición de la venta a menores de edad y la sanción a quienes consumieran bebidas alcohólicas en la vía pública, parques o dentro de vehículos.
ORDENANZA OLVIDADA
Lamentablemente, pese a las buenas intenciones y alcances de la Ordenanza Zanahoria, esta norma fue abandonada progresivamente debido a presiones económicas y falta de voluntad política, dejando a la ciudad nuevamente expuesta al desorden nocturno. En este contexto, la «nueva» ordenanza presentada por Mario Reyna no solo carece de originalidad, sino que pone de manifiesto el tiempo perdido durante los primeros meses de su gestión, ya que lo único que se requería era reactivar y hacer cumplir la norma existente.
Lo más irónico de todo es que, a pesar de la grandilocuencia con la que el equipo de Reyna bautizó la medida como «Ordenanza Reyna», su implementación sigue siendo ineficaz. Numerosos ciudadanos han señalado que el caos nocturno persiste y que locales en pleno centro de Trujillo continúan operando fuera del horario permitido, mientras el bullicio y el consumo desmedido de alcohol afectan la tranquilidad de los vecinos.
MUCHO RUIDO
Más allá de la falta de originalidad, la estrategia de Reyna al personalizar la ordenanza revela una maniobra política destinada a consolidar su imagen como un gestor de cambio. Sin embargo, esta estrategia enfrenta un desafío crucial: la efectividad. Los resultados reales de la aplicación de esta medida determinarán si logra cumplir con las expectativas de los trujillanos o si queda relegada al ámbito de las promesas incumplidas.
Por otro lado, la falta de reconocimiento a las gestiones previas que ya intentaron abordar este problema no solo resta legitimidad al discurso de innovación, sino que también refleja una carencia de continuidad en las políticas públicas municipales.
El éxito de la Ordenanza Zanahoria (y ahora de su reciclaje como «Ordenanza Reyna») no depende únicamente de su promulgación, sino de un esfuerzo sostenido por garantizar su cumplimiento.
La «Ordenanza Reyna» ha demostrado ser más ruido que acción, al menos hasta ahora. Mientras que su promoción en redes sociales y discursos oficiales ha sido intensa, los resultados sobre el terreno aún no se traducen en una mejora real para los ciudadanos.