Parte del legado físico del poeta universal César Vallejo colapsó en el corazón del Centro Histórico de Trujillo. La tarde del miércoles 18 de junio, un segmento del techo del balcón del antiguo Hotel El Arco, ubicado en la intersección de los jirones Orbegoso y San Martín, en pleno centro de esta ciudad, se desplomó sorpresivamente, despertando la alarma de transeúntes, historiadores y gestores culturales. A escasos metros de la Plaza Mayor, este inmueble no solo es un punto patrimonial, sino también un símbolo vivo del paso de Vallejo por esta ciudad.
El incidente removió una herida más profunda: la fragilidad del patrimonio cultural y la indiferencia institucional ante su deterioro.

Este edificio no es cualquiera. Allí vivió César Vallejo entre 1913 y 1917, en la habitación número 7 del segundo piso, con vista a la calle San Martín. Fue su refugio durante los años de juventud universitaria, cuando trabajaba como maestro en el entonces Centro Escolar de Varones N.° 241 (hoy Casa de la Identidad Regional) y en el emblemático Colegio Nacional San Juan, donde enseñó a un niño que años después sería el novelista Ciro Alegría. “Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado”, lo describiría décadas más tarde Alegría.

SU PRIMER AMOR
En esa habitación nacieron muchos de sus primeros poemas. Fue también escenario de su temprano amor con María Rosa Sandoval. Desde allí enviaba colaboraciones a las revistas “Cultura Infantil”, “La Reforma” y “La Industria”, antes de que su nombre se inscribiera entre los más grandes de la literatura universal.

Consciente de ese peso simbólico, la Universidad César Vallejo (UCV) había anunciado en marzo del 2023 —durante la conmemoración del 119 aniversario del natalicio del poeta— un ambicioso proyecto: ambientar fielmente la habitación que habitó Vallejo, con mobiliario de época y abrirla al turismo cultural. Para ello, la universidad firmó un contrato de alquiler de un año con los propietarios del inmueble. La adecuación estaba a cargo de un equipo especializado que debía devolverle vida a ese espacio, no solo como una pieza museográfica, sino como punto de peregrinación cultural.
No obstante, el desplome del balcón deja entrever una dolorosa contradicción: mientras se intentan impulsar proyectos de puesta en valor, el abandono estructural sigue avanzando, silenciosamente. A pesar de estar declarada patrimonio cultural, la casona Vallejo no cuenta con una protección real ni un mantenimiento adecuado, y lo ocurrido lo confirma.

A esto se suma que, desde agosto del 2023, también funciona en la casona una exposición permanente sobre la vida y obra de Vallejo, traída desde Lima. Una muestra valiosa, oculta tras papeles en la puerta, sin mayor difusión, en un espacio que recibe apenas algunos visitantes por día, a menudo escolares o curiosos que llegan por recomendación. Una joya cultural ignorada por la mayoría.
Hoy, tras el desplome, Trujillo se ve obligada a mirar su historia reciente a los ojos. El lugar que acogió a uno de los peruanos más universales no puede seguir cayéndose en pedazos. No basta con declarar patrimonio: hay que protegerlo, habitarlo, contarlo. Vallejo no solo está en los libros, también está en las paredes que lo contuvieron, en la madera gastada de ese balcón que ayer cedió sin aviso, pero no sin mensaje.

