Revelan indicios de que “Bacasha” era protegido por malos policías

El asesinato de Dante Mishelle Baca Figueroa, conocido como Bacasha, continúa envuelto en un velo de misterio. A pesar de las investigaciones en curso, las autoridades aún no han podido determinar quién disparó el arma que le quitó la vida, ni quién o quiénes podrían haber ordenado su ejecución. Sin embargo, fuentes cercanas al caso, consultadas por Causa Justa, apuntan a un vínculo inquietante entre su muerte y las operaciones de minería ilegal en La Libertad, principalmente en la provincia andina de Pataz.

Baca Figueroa, según informantes, desempeñaba un rol clave en la mina conocida como «El Shingo» o «del Shingo», un espacio que ha sido señalado como epicentro de actividades relacionadas con la minería ilegal. Su trabajo era el de «chalequeo», una función que va mucho más allá de la simple seguridad. Como chalequero, Baca tenía la tarea de evitar que los llamados parqueros—ladrones de mineral—ingresaran a los socavones para sustraer ilegalmente los recursos. Además, debía contener a otras organizaciones criminales que intentaran tomar el control de estas zonas, consideradas «feudos» donde incluso la Policía tiene dificultades para intervenir.

Un entorno sin ley

La mina El Shingo es un terreno donde rige la ley del más fuerte. Las disputas por el control de los yacimientos de mineral, la distribución de ganancias y el acceso a recursos son moneda corriente. Según las fuentes, el rol de Bacasha como chalequero lo habría puesto en el centro de estas tensiones, convirtiéndolo en un blanco potencial para enemigos que operan tanto dentro como fuera de la mina.

Las circunstancias de la muerte de Bacasha han llevado a las autoridades a considerar la posibilidad de que su asesinato fuera un crimen por encargo. En un ambiente donde las rivalidades entre grupos por el dominio de los yacimientos son comunes, las eliminaciones selectivas suelen ser parte de las estrategias para consolidar el poder. Aunque no se ha identificado a los responsables directos, esta hipótesis cobra fuerza, ya que su rol como chalequero lo colocaba como un actor clave en la protección de los intereses de quienes controlaban El Shingo.

El asesinato de Dante Mishelle Baca Figueroa, conocido como Bacasha, sigue dejando un rastro de interrogantes y revelaciones que sacuden a la región. Mientras las autoridades intentan desentrañar los detalles de su muerte, nuevas pruebas y testimonios señalan que su vida no solo estuvo marcada por la minería ilegal, sino también por conexiones inquietantes con miembros de la Policía Nacional del Perú (PNP).

Los ingresos que Bacasha obtenía de sus actividades en la mina El Shingo le permitían mantener un estilo de vida holgado. Su papel como chalequero —protegiendo los socavones de ladrones y grupos rivales— lo colocó en una posición clave dentro de la economía clandestina de la minería ilegal. Estos ingresos no solo aseguraban su bienestar, sino que, según indicios recientes, le habrían permitido establecer relaciones cercanas con agentes de la PNP, lo que le habría otorgado un presunto «blindaje» frente a la ley.

La foto que desata sospechas

El supuesto vínculo entre Bacasha y algunos miembros de la PNP quedó expuesto a través de una publicación en la plataforma TikTok, realizada, al parecer, por un familiar del fallecido. En la imagen, Dante Mishelle Baca Figueroa aparece en el centro, flanqueado por dos policías uniformados, uno a cada lado. Aunque la imagen por sí sola podría interpretarse como un momento casual, el texto que acompaña la publicación añade un contexto perturbador:

«La Policía te cuidaba, ellos comían de tu mano, había muchos y cuando te fuiste fueron tus judas. Hicieron una m… no les importó el dolor de sus familiares”.

Estas palabras sugieren una relación de protección y complicidad entre Bacasha y ciertos efectivos policiales, quienes, según el familiar, habrían traicionado su confianza tras su muerte.

Un asesinato anunciado

El asesinato de Bacasha, de 38 años, ocurrió alrededor de las 5:00 p.m., tras un partido de fútbol entre el Club Deportivo Figueroa, del cual era directivo, y Car Municipal. Según testigos, mientras abordaba su camioneta, fue emboscado y abatido a balazos. Las investigaciones iniciales apuntan a que el móvil del crimen podría estar relacionado con su involucramiento en redes de crimen organizado, específicamente con la organización criminal “Los 80,” conocida por operar en la zona de Florencia de Mora.

El nombre de Bacasha resonaba en los círculos criminales desde hace más de una década. Según reportes policiales, estuvo vinculado a “Los Malditos del Triunfo” y “Los 80,” dos de las organizaciones criminales más peligrosas de la región. Su historial delictivo incluía desde extorsiones hasta asesinatos, destacando su participación en el homicidio del suboficial Pedro William Gordillo Gutiérrez en 2012, un caso que estremeció a Trujillo.

El asesinato del suboficial, perpetrado cuando Bacasha tenía solo 15 años, fue uno de los episodios más notorios de su vida. Aquel 20 de julio, Gordillo Gutiérrez fue acribillado frente a su familia en un restaurante de Covicorti. Durante el proceso judicial, Bacasha confesó haber recibido 2,500 soles de Doly Marquina Bocanegra, quien posteriormente fue sentenciada a 20 años de prisión. Bacasha fue recluido en “Maranguita,” pero recuperó su libertad.

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Causa Justa

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