Por Gustavo Benites
Escritor y docente universitario
Rumiando aún mi atado de peruanísima alfalfa, trato de entender al imbécil almirante y, al mismo tiempo, trato de caracterizarlo como idiota, retrasado, deficiente, subnormal, anormal, cretino, estúpido o necio (sinónimos de imbécil que establece la Real Academia); pero no logro precisar cuál de estos sinónimos cuadraría mejor a uno de los más insensatos y subnormales congresistas. O tal vez todos le calzan perfectamente.
Ignorante hasta el desprecio, el anormal almirante desconoce que la alfalfa es ideal como reconstituyente por su alto contenido de vitaminas y minerales; regula el colesterol, fortalece los huesos y ayuda en la menopausia (no es el caso del retrasado almirante, aunque se habla ahora de menopausia masculina). Hubiese bastado que el cretino congresista ingrese a los miles de páginas de internet donde se fundamenta, a través de artículos científicos, sobre las sobresalientes bondades de la alfalfa, universalmente cultivada y consumida por millones de personas.
He aquí unos brevísimos datos sobre los beneficios que tiene la alfalfa en el consumo humano: aporta el triple de calcio que la leche, posee fósforo, provitamina A, vitaminas C, B y K, clorofila, aminoácidos y fibra vegetal; además posee propiedades anti anémicas, hemostáticas, antihemorrágicas, antiinflamatorias, vitamínicas, remineralizantes, diuréticas y reconstituyentes. En fin, la alfalfa contribuye a disminuir los sofocos andropáusicos, esos que padece a menudo el necio congresista de marras.
Por eso, al idiota almirante, le recomendaría darse una vuelta por las esquinas de cualquier pueblo peruano y beber un vaso del reconstituyente jugo de alfalfa, y así, tal vez, pueda dejar de proferir las idiotas palabras que avergüenzan, por su nauseabunda estupidez, a cualquier ser humano.